(Este artículo fue realizado para campaña de prevención de la violencia machista en las aulas de FETE-UGT. Quedó fuera por espacio así que lo recupero para ver si la cúpula y la afiliación del PP y en especial del retrógrado C's aprenden algo de lo que significa el machismo y sus consecuencias)
Las
noticias nos asombran cada semana con una nueva muerte o hecho sangriento de la
violencia de género. Actos que en épocas pre-democráticas eran considerados de
uso doméstico e interno de las familias, ahora tienen una presencia política y
social como corresponde a la gravedad de los hechos y los factores que lo
incitan. Según los datos que facilita el Consejo General del Poder Judicial del
primer trimestre de 2015, las denuncias por malos tratos (físicos y psíquicos)
han sido 30.293. ¡Solo en un trimestre más de treinta mil mujeres han decidido
denunciar una situación de Violencia de Género! Esto supone que por cada 10.000
mujeres que residen en España 13,21 denuncian cada trimestre sufrir Violencia
de Género. Las cifras resultan, sin lugar a dudas frías, pero imagínense que
dos de las mujeres a las que pueden observar en el Metro o el autobús cada día
son víctimas de este tipo de violencia o lo serán durante su vida. Y su vida
incluye los centros educativos. Por tanto es labor de todos los cuerpos
docentes poner todo el esfuerzo en la prevención de este tipo de
comportamientos sexistas y violentos.
Sería,
como sucede en otros parámetros socializadores, una carga muy pesada dejar en
manos de las y los docentes todo el proceso. La Escuela, siendo parte
fundamental del proceso de socialización de las mujeres y los hombres, no es el
único lugar donde se debe actuar para erradicar la Violencia de Género. Gran
parte de la función de socialización se produce en la familia, en los grupos de
amistad, en los medios de comunicación, etc. Por tanto, la Educación escolar es
solo uno de los pilares donde actuar. Más si cabe si entendemos que la
Violencia de Género es producto de la ideología patriarcal o del Patriarcado.
El
Patriarcado como forma ideológica está inscrito en el sistema ideológico
general y por tanto se extiende a todos los procesos comunicativos, tanto los
lingüísticos como los meramente simbólicos. Y es en este transcurrir
comunicativo cuando, siguiendo la teoría luhmanniana, el propio sistema
ideológico patriarcal genera la autopóiesis
que le permite reproducirse y pervivir bajo formas más sutiles pero igualmente
perjudiciales. Como nos recordaba Pierre Bourdieu en La dominación masculina la violencia de género es una violencia
simbólica, una fuerza de poder que se ejerce directamente sobre los cuerpos de
las personas al margen de cualquier forma de coacción física, pero utilizando
una serie de resortes que la terminan inscribiendo en lo más profundo de los
propios cuerpos humanos. Porque el patriarcado es capaz de resistir el paso del
tiempo y de distintas formas ideológicas. Y si, como dice Slavoj Žižek (2009),
el sistema de dominación capitalista es siempre violento, el patriarcado como
sistema de apoyo del mismo genera una violencia mayor y doble sobre una
determinada parte de la población, las mujeres (aunque no debería olvidarse que
también lo hace contra todas aquellas personas que tienen una orientación sexual
distinta a la determinada como “normal” por el sistema patriarcal).
La
principal forma ideológica del patriarcado es negar a la mujer su propia
individualidad quedando encarnada en lo Otro, como bien expresó Amelia
Valcárcel (1991). Y ¿qué es lo otro? La oscuridad del mundo doméstico, del
cuidado, de la intimidad, de lo sensible… Por tanto, la mujer carece de peso
ontológico y es definida por medio de la negación de lo que se considera lo
perfecto, el hombre (Miyares, 1990: 100 y 101). Por tanto, el machismo en su
reafirmación hace uso y disfrute de lo negado, de lo que carece de ontología e
individualidad por medio de la dominación que siempre es violenta. Así pues, el
patriarcado ejerce siempre de una forma u otra poder sobre su objeto de dominación. Y como forma de reafirmación de ese poder
de dominación surge la Violencia de Género en sus distintas manifestaciones.
La
lucha del movimiento feminista ha permitido que esa violencia ejercida contra
las mujeres y apoyada en un sistema ideológico patriarcal haya ido perdiendo
fuerza, pero el patriarcado resiste porque como sistema de poder no quiere
perder el ejercicio del dominio y más cuando, en su alianza con el sistema
capitalista, le está reportando muchos más beneficios que nunca en la Historia.
Las actitudes machistas siguen presentes y la violencia se torna más sutil,
menos aparente. Es más muchas formas de machismo son imperceptibles incluso
para las propias víctimas y sus victimarios por mucho que tengan una educación
más o menos no sexista. La división sexual del trabajo y las relaciones
asimétricas de poder entre mujeres y hombres siguen presentes como reflejo de
esas desigualdades de poder que impone el sistema patriarcal. La brecha
salarial, la feminización de algunos trabajos y algunos puestos de trabajo, el
paternalismo en las relaciones sociales y políticas, etc., son muestras
evidentes y presentes de la evolución autopoiética del sistema patriarcal.
Y
esta invisibilidad del sistema patriarcal es evidente de igual forma en los
propios recintos académicos, donde las relaciones entre chicas y chicos
persisten asimétricas. Solo hay que mirar cómo ocupan el espacio público los
hombres y las mujeres dentro de los distintos recintos educativos, qué tipo de
actividades son realizadas por cada género e, incluso, qué comportamientos
tienen dentro del aula unas y otros. Aun cuando se han hecho muchos avances y
esfuerzos en los centros educativos por parte del colectivo docente, el camino
para la igualdad efectiva entre ambos géneros es arduo.
Y
se puede apreciar que en todo momento se habla de género y no sexo. En efecto,
el patriarcado hace de la diferenciación fisiológica sexual su punto de apoyo
de toda la construcción ideológica. La diferencia sexual como eje de la
dominación de género ha sido siempre una de la excusas del machista para
ejercer su poder contra las mujeres. Diferencias fisiológicas existen hasta
dentro de los especímenes del mismo sexo, sin embargo, lo que el patriarcado
establece es un sistema de dominación de género, lo masculino como superior a
lo femenino. Pero eso ya no son distinciones sexuales sino culturales e
ideológicas. Y es cultural el fomento de la Violencia de Género. La violencia
no se perpetra por una cuestión de fuerza sino por una posición de poder
cultural que tiene una respuesta física o psicológica contra el objeto en que el patriarcado convierte a
la mujer.
Todo
ello se refleja, como se afirmó, en el proceso de socialización. Proceso
comunicativo lingüístico y simbólico que presiona a las personas para que adopten
diferentes roles y pautas de comportamiento según su género. En este proceso a
los niños se les inculca una identidad de género masculina donde se prima la
agresividad, el ganar, competir, luchar, conquistar, vencer, ser el más en
todo. A las niñas, por el contrario, se las socializa en ceder, pactar,
cooperar, obedecer, cuidar… En términos generales, en estar sometidas al poder
preponderante del patriarcado.
Se
puede entonces definir la Violencia de Género, tal y como se puede leer en el
artículo 1 de la Declaración sobre la
Eliminación de la Violencia contra la Mujer de la ONU, como “Todo acto de violencia basado en la
pertenencia al sexo [género] femenino que tenga o pueda tener como resultado un
daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para las mujeres, inclusive las
amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de libertad,
tanto si se producen en la vida pública como privada”. En esa parte
pública, pequeña pero amplia en el tiempo, que es la Escuela se debe actuar
mediante una serie de parámetros educativos que ahora veremos, pero siempre
habrá el cuerpo docente entender que el propio patriarcado ha generado una
serie de mitos justificativos que deben ser tenidos en cuenta. Primer mito a
derribar. La violencia de género no se produce solo en las familias con
problemas sino que puede producirse en cualquier tipo de núcleo familiar.
Segundo mito. Los hombres maltratadores no lo son por tener adicciones al
alcohol, las drogas, o por su situación personal. Al contrario son violentos en
su casa o con su pareja pero fuera de ese ámbito no lo son. Son el típico
producto de un proceso de socialización patriarcal. Tercer mito. La violencia
de género que se produce en el ámbito familiar debe resolverse en lo privado.
Falso. La violencia de género es un problema social y como tal debe ser tratado
públicamente. Cuarto mito. El patriarcado insiste en que la violencia de género
solo se produce en familias de recursos escasos, cuando la realidad demuestra
que el problema es interclasista. Quinto mito. El sistema de dominación tiende
a negar la gravedad de la violencia y a expresar que son exageraciones de las
mujeres feministas. Demasiadas muertas demuestran que no son exageraciones y
cerca de 100.000 denuncias al año no son producto de la exageración de ningún
grupo feminista. Es una terrible realidad de la que tan solo tenemos unos pocos
datos de aquellas que denuncian, de las que sufren o han sufrido sin denunciar
no sabemos más que si son cercanas a nuestros círculos sociales. Sexto mito. El
machismo suele estereotipar a las mujeres que sufren la violencia de género
como pasivas, sin estudios, jóvenes o muy mayores, sin trabajo remunerado, etc.
Y la realidad nos muestra que la violencia se produce en cualquier estrato
generacional y en cualquier clase social. Es más, la violencia de género se
está viendo en edades sumamente tempranas en colegios e institutos de nuestro
país. Séptimo mito. Si no abandonan es porque les gusta. No solo se les niega
la agresión sino que se banaliza la misma cuando los factores psicológicos, la
falta de relaciones afectivas suprimidas por el agresor, la dependencia
económica, etc., son factores que impiden a la mujer salir del círculo de la
violencia. Octavo mito. En los casos de agresiones sexuales siempre acude el
patriarcado a justificar la agresión por la forma de vestir de la mujer o
porque creen que no saben manifestar sus deseos sexuales libremente (la
terrible frase “Cuando dicen NO es que quieren decir SI”). Cuando la realidad
es que la autonomía de la mujer le permite tomar por ella misma sus decisiones
y si dice NO ES NO. Y, por último, el Noveno mito del patriarcado para
justificar la violencia. Si existe un núcleo familiar con descendencia lo mejor
es aguantar. Ninguna mujer debe aguantar nada por poseer descendencia. La
sociedad debe estar preparada para ayudarla desde muy distintos ámbitos si es
que realmente se desea una sociedad moderna y avanzada.
Lo
que se comprueba a nivel general del sistema social, como en cierto modo es
lógico, se proyecta igualmente en el ámbito educativo. Las aulas de nuestro
país están asistiendo a numerosos casos, en algunos casos con muerte, de acoso
escolar. Buena parte del acoso escolar está fundamentado en la ideología
patriarcal y en numerosos casos tienen una clara génesis de violencia de
género. Si analizamos los comportamientos que tienen chicas y chicos se puede
observar que siguen los parámetros de posición dominante, de negación de la
otredad, de sublimación de la fortaleza del poder de dominación del macho alfa
(en los grupos de chicas podríamos decir de la hembra alfa) en la manada…
típicos del comportamiento patriarcal. Los otros y las otras son mujeres,
homosexuales, lesbianas, inmigrantes o, simplemente, chicos y chicas que
destacan educativamente. Se niega la alteridad para reafirmar la posición
dominante patriarcal en la escala social de los centros educativos. El miedo al
otro es la fuerza reafirmante de esa negación y de la afirmación de la propia
posición en el mundo.
Esto
que es válido para cualquier tipo de violencia y/o acoso en las aulas se torna
aún más grave en el caso de la violencia ejercida contra las mujeres. Mirando
tan solo los comportamientos externos de las chicas y chicos de los distintos
centros educativos se puede percibir que el machismo en las propias relaciones
afectivas/íntimas entre los dos géneros se encuentra peligrosamente presente.
Chicas que antes se mostraban alegres y dicharacheras cambian su comportamiento
al emparejarse con chicos. Cambian su forma de vestir, se retraen, aceptan una
posición de sumisión respecto al macho en todas las actividades sociales (e
incluso educativas) del centro escolar. Los celos, la imposición de la forma de
vestir, el ser sumisa a los deseos del hombre, el control social y personal que
se ejerce contra la mujer en los grupos de adolescentes están presentes en
todos los centros educativos y son perfectamente observables sin necesidad de
realizar un estudio en profundidad.
A
todo ello hay que sumar la llegada de los nuevos medios de comunicación
digitales a las jóvenes y los jóvenes españoles que pueblan las aulas. El
ciberacoso contra las mujeres es parte de la violencia de género. La más
sofisticada arma de control y sumisión del patriarcado. El prohibir las
amistades y las fotos que se pueden subir a las redes sociales; el control de
las conexiones en los diferentes servicios de mensajería rápida (Whatsapp,
Messenger, Line, etc.); las fotos de los distintos perfiles que se pueden
utilizar; a quién se puede contactar o a quién no; etcétera, son todos nuevos
métodos de ejercer la violencia de género y sin necesidad de una presencia
física. Y esto se reproduce en los propios centros educativos porque los chicos
y chicas llevan con ellos sus propios dispositivos digitales.
Por
tanto, no se puede mirar hacia otro lado pensando que la violencia se ejerce
tan solo más allá de las fronteras del centro escolar. No se debe pensar que
los casos de acoso son producto de chicas y chicos con problemas y además
aislados. Al contrario es un problema muy serio y grave que se encuentra tan
inserto en los centros educativos como en la sociedad en general y del cual el
personal de los mismos es tanto parte del problema como de la solución. Parte
si no ha asimilado los principios de igualdad y de respeto a la diversidad, de
convivencia pacífica, de amor en libertad, de aceptación en igualdad de las
relaciones afectiva; y solución porque son un factor clave en la educación de
las mujeres y hombres del futuro y de su forma de socialización. Evidentemente,
existen muy diversos núcleos de socialización que afectan a la población
educativa (familia, medios de comunicación, amistades, etc.), pero la escuela
debe ser ese punto de inflexión que les permita contrastar las opciones que
realmente existen.
Una
ley educativa como la LOMCE, de reciente aplicación, no solo no apoya una
educación en igualdad sino que reproduce en su propia esencia los valores más
abyectos del patriarcado. La eliminación la asignatura de Educación para la
Ciudadanía o la eliminación de la Filosofía como obligatoria en el Bachillerato
es una forma de socavar el pensamiento libre y en igualdad. De negar una
educación de acuerdo a parámetros de progreso humano y social, de impedir el avance
hacia una sociedad más justa, igualitaria y libre e, incluso, de socavar el
humanismo presente en el propio cristianismo. Mas la introducción de
asignaturas de Emprendimiento o Economía muestran claramente hacia donde se
quiere dirigir la educación: hacia el sostenimiento del sistema capitalista y
la explotación, y hacia la reafirmación de los valores patriarcales que son
comunes a ambos sistemas ideológicos. Se les pretende inculcar que solo hay una
lógica de la victoria y la derrota, del poder y de la sumisión, del pacto
siempre y cuando sea ventajoso para propia posición dominante, de los juegos de
suma cero…
Por
tanto, educar en igualdad debe ser el principal esfuerzo preventivo a realizar
por los centros educativos. Y la coeducación
en combinación con el laicismo deben
ser las fórmulas pedagógicas transversales de utilización en la prevención de
la Violencia de Género. Y coeducar no supone unificar o asimilar a niñas y
niños a un solo modelo “masculino”. Ni educar sin segregación. La coeducación
está vinculada al respeto de lo diferente, a conocerlo, a disfrutar de la
riqueza que ofrece la diversidad inserta en la propia sociedad. Sí exige que se
den situaciones de igualdad real en las oportunidades académicas, profesionales
y sociales para que el género no se aun factor determinante en la generación de
desventajas en la consecución de objetivos similares entre ambos géneros. En
este sentido, es necesaria la formación del cuerpo docente, directivo y laboral
de los centros educativos a fin de que no repitan estereotipos machistas en la
exigencia, la orientación y formación de las niñas y niños. Las identidades
personales deben ser construidas autoconceptualmente de forma positiva y
saludable partiendo de la asunción sexual de su identidad sin ningún tipo de
presión para seguir los parámetros establecidos por el patriarcado.
Tampoco
supone incluir a los hombres en el género femenino sino propiciar la
comunicación entre las personas de ambos sexos mediante el respeto, la
asertividad, el conocimiento y aceptación de la alteridad, la creatividad e
innovación generadora de nuevas formas no sexistas de convivencia mediante un
diálogo abierto y sin imposiciones ideológicas. Porque coeducar es tener
capacidad crítica y utilizarla; es hacer de la convivencia en la diferencia una
fuente de riqueza cultural y social; es compromiso con la propia sociedad que
se construye día a día y que se quiere legar; y es un claro mecanismo de
Justicia Social. No supone decantarse por uno u otro modelo de género sino
alcanzar un enriquecimiento cultural e ideológico mayor por la aportación de
prácticas y valores que siempre han sido considerados como prototípicamente
femeninos. La coeducación supone enseñar que la corresponsabilidad es un valor
fundamental de convivencia entre los seres humanos y, por ende, entre hombres y
mujeres. Que el oikos no es un nomos de las mujeres sino de todas
aquellas personas que deciden libremente compartir un espacio familiar. Supone
llevar la isegoría de lo público a lo privado y que lo público sea realmente
igual para todas las personas sin distinción de género, orientación sexual,
raza o ideología.
Y
para obtener un claro avance en este sentido hay que tener en cuenta cuales son
los principios rectores de la Coeducación: 1.) Deben coexistir actitudes y
valores diversos para que puedan ser aceptados por personas independientemente
del género; 2.) Se pretende un desarrollo completo de la personalidad sin
barreras impuestas por el género, corrigiendo el sexismo cultural e ideológico
y trabajar para acabar con la desigualdad social existente entre mujeres y
hombres; 3.) Se plantea una educación integral que no esconde ni oculta el
valor y la experiencia de las mujeres a lo largo de la Historia; 4.) Supone un
cuestionamiento de las formas de conocimiento socialmente dominantes e
ideológicamente determinadas; 5.) Pretende una práctica de lenguajes diversos,
lo que supone y exige prestar atención a los procesos afectivos y de la propia
sexualidad sin cortapisas ni imposiciones de patrones culturales dominantes.
De
igual importancia, el Laicismo como fórmula de diálogo, de no aceptación de
patrones culturales únicos, de enseñanza en diversidad, de pensamiento crítico
o de superación de la tradición supone una herramienta enriquecedora de las
fórmulas educativas y de los principios de la Coeducación. Cuestiona en sí
mismo el discurso dominante en la educación, la cual, en España está sufriendo
un retroceso pedagógico, ideológico y de resultados en base a volver a fórmulas
caducas y desigualitarias. Lo que curiosamente contradice en discurso del
emprendimiento que se supone fomentar con la reforma de la LOMCE. El
emprendimiento en su génesis conceptual y práctica, desarrollada por John
Stuart Mill y Joseph A. Schumpeter, poco o nada tiene que ver con los valores del
empresariado que se pretenden inculcar (Aparicio et. al.: 2013). Bien al
contrario, los valores del emprendimiento se encuentran más cerca de la
Coeducación de lo que se piensa pues suponen innovación, crítica y saltar sobre
la barreras de lo establecido para llegar más allá y conseguir que las cosas
funcionen adecuadamente. Pero la falsedad ideológica que pretende una regresión
a valores tradicionales y acabar con el pensamiento crítico, abierto y en
igualdad es evidente.
Así
pues la Coeducación, más las diferentes herramientas que la pueden ayudar como
el laicismo, es un factor fundamental para prevención de la Violencia de Género
no solo en las aulas sino también a nivel general de la sociedad. Las niñas y
niños tendrán, gracias a los avances coeducativos, suficientes herramientas
mentales y culturales para superar la ideología patriarcal no solo en su día a
día personal sino, también, en sus relaciones de socialización con otros grupos
(familia, amistades, trabajo…). Las mujeres y hombres así formados tendrán
relaciones abiertas, sanas, libres de dominación, apertura de la intimidad afectiva personal,
sexualidad plena y enriquecedora, pero, especialmente, sin la amenaza de la
ideología patriarcal y de la violencia que ella implica.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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