martes, 11 de octubre de 2016

¿CÓMO HUBIESE SIDO UN GOBIERNO ALTERNATIVO? POLÍTICA FICCIÓN CRÍTICA



En el Huffington Post de hoy, 11 de octubre, Gonzalo Velasco, filósofo de la Universidad Camilo José Cela (por tanto ex-compañero de Pedro Sánchez), nos ha dibujado una prospección de lo que podía haber sido y significado la formación de un gobierno alternativo o frankestein para el PSOE (PSOE: lo que podría haber sido y ya no será). Observo que su componente filosófico parece no ser el positivismo y se decanta por la especulación y el deber ser. Digo esto porque parte de supuestos no insertados en la realidad que hemos venido observando. Lógicamente, como politólogo que soy, parto de la realidad de la complejidad política y social para analizar y teorizar. Desde mi punto de vista el análisis de Velasco está más cercano a la Utopía de Tomás Moro o al idealismo alemán que al análisis de los datos que manejamos. Datos muchas veces subjetivos, porque trabajamos con seres humanos y la subjetividad es parte de los mismos, pero datos cuando menos razonables.

Dentro de las subjetividades comienza Velasco, en su análisis parasociológico, introduciendo que el acuerdo con todos esos grupos políticos permitiría al PSOE un mejor anclaje regional y salir de sus caladeros de votos habituales. Visto así parece hasta lógico, pero debemos ver cómo lo dice él: "Aceptar la especificidad e igual dignidad de los sujetos políticos de estos territorios les habría permitido volver a entrar en liza por la confianza de gallegos, vascos y catalanes, imprescindibles para salir airosos a escala nacional". Según nuestro filósofo el PSOE jamás ha reconocido la especificidad de estos partidos, algo que la historia demuestra falso. Que yo recuerde el PSOE ha gobernado junto al BNG en Galicia, junto al PNV en Euskadi y junto a ERC en Cataluña. ¿Qué mayor reconocimiento les podría dar? El problema actual con Las Mareas y ERC es que solicitan un referéndum de independencia en el mejor de los casos, cuando no salirse directamente del Estado español. Y eso choca con el patriotismo constitucional que defiende el PSOE. El socialismo patrio no ha virado hacia el tradicionalismo, sigue en su misma concepción de nación de naciones conformada por el respeto a las leyes que todos nos hemos dado (soberanía nacional). Y aún menos el PSOE ha calificado alguna vez de indignas esas posiciones.

Además, los datos sociológicos e históricos muestran que el PSOE en esos territorios ha perdido fuerza por distintas razones, que poco o nada tienen que ver algunas con el regionalismo. En Galicia, el PSdG es un partido roto literalmente desde los tiempos de Francisco Vázquez, al menos. Un partido dominado por un gran señor y distintos pequeños caciques, que han hecho y deshecho a su antojo. Principalmente Pepe Blanco en la última década. Pero no solo eso, sino que  también es el representante más caduco del socialismo patrio. Así pues, no es tanto el regionalismo como estructural e ideológico.

En el País Vasco, el problema sí tiene un componente regional. Patxi López (miembro afín a Pedro Sánchez, no lo olvidemos) se desentendió del vasquismo socialista que había sido típico del PSE. Pero ha sido incluso peor el despropósito continuo que ha venido después de salir de la lehendakaritza sin vasquismo constitucional y sin propuestas realmente propias en el apoyo al gobierno del PNV y al trabajo en las calles.

Y en Cataluña los datos sí son tozudos. Según éstos, los votos del PSC han ido al caladero de Ciudadanos, que son quienes realmente les han comido el terreno. Han dejado de representar al español que se siente realmente cómodo siendo también catalán y que no quiere que le atosiguen por su origen. El currante de la SEAT o la gauche divine tampoco están ya en el PSC representados. Se han vuelto catalanistas posibilistas. Esto es, les gustaría independizarse pero más adelante, poco a poco. O si se prefiere son fueristas a los que los trabajadores comienzan a molestar un poco por no ser tan divinos como ellos. Así pues no es un problema regionalista lo que hay en Cataluña.

Pero hablar de estos territorios esconde una realidad. Tanto en Madrid como en el País valenciano, y en otras regiones (sin nacionalismo o regionalismos), el PSOE ha bajado tanto o más en votos. Por tanto el problema debe estar en otro lugar. Y compartir gobierno con unos u otros no te va a reportar más votos en esas regiones.

Velasco nos habla de recuperar a al juventud gracias al gobierno frankestein. En este punto hay mucha más lógica que en el anterior y los datos demuestran que los jóvenes, en su mayoría, no votan al PSOE. ¿Ven al PSOE como casta? Sin duda. ¿En las últimas elecciones han votado con las tripas por la situación de crisis económica y hartazgo político? También. ¿Formar ese tipo de gobierno serviría de vaso comunicante con la juventud? No es tan obvio. Tal y como plantea nuestro filósofo su hipótesis onírica, parece que ni Podemos, IU o Compromís existan en el gobierno. Da por hecho que sería un gobierno monocolor. Y aquí está el problema. Ni por asomo Podemos dejaría de estar en el gobierno del Estado. Dos razones para ello. Una, Pablo Iglesias siempre ha querido participar para controlar al PSOE ya que no se fían. Y, segunda, no van a dejar de subirse al poder y ejercer la presión suficiente para lograr una cultura hegemónica afín a sus propósitos (sean estos los que sean). Incluso una tercera posibilidad como es la de acceder a cargos y dar alicientes a sus cuadros. Por tanto, los que aprovecharían a sus votantes (los jóvenes) serían Podemos, IU o Compromís. No conozco una regla de tres que demuestre que una capa generacional (que no lo hace) apoyaría al PSOE por compartir gobierno con Podemos y demás partidos. Ya se encargarían estos últimos de impedirlo, además.

Pero no solo recuperaría a los jóvenes sino que ejercería de catalizador de demandas. "Asimilar las demandas y transformarlas en reformas moderadas, capaces de contentar a un espectro sociológico de amplio alcance" afirma nuestro idealista. La afirmación contiene tres posibles errores. Uno sociológico, uno político y un tercero de realismo político. El sociológico supone que la moderación de las demandas atraería a un mayor espectro sociológico al PSOE. ¿Por qué? Si hasta el momento los datos demuestran que el abandono de los votantes socialistas ha sido por ser, precisamente, moderados ¿por qué habrían de volver? Si las preferencias fuesen solamente políticas moderadas hubieran votado PSOE y no Podemos. Eso sería un voto racional y lógico, pero quien ha dejado al PSOE ha sido por cabreo y hartazgo de moderación. Y quien se ha ido por la derecha ha sido por incongruencia con el patriotismo constitucional. No hay ningún dato de los que disponemos que refuerce esa idea en el plano sociológico.

El posible error político se fundamenta en que Podemos, que compartiría gobierno de una manera u otra, podría aceptar alguna moderación en las leyes (pongamos Educación, por ejemplo), pero no en todos los casos porque le haría perder sus bases. ¿Alguien cree que va a renunciar a cargar impositivamente a los más ricos? ¿Que van a renunciar legislar contra los bancos? ¿Que van a aceptar una reforma light de la Constitución? De ningún modo. Y eso estando en el gobierno. Estando fuera renunciarían a muy pocas cosas porque para ellos todo es ganancia electoral y política. Y generar inestabilidad sistémica no es un problema para Podemos, y menos después de escuchar a Pablo Iglesias afirmar que han de volver al discurso duro. Y estando en el gobierno transaccionarían las leyes de los ministerios socialistas pero casi nada en las leyes que afectasen a sus propios ministerios. No seamos ilusos, las broncas en las reuniones de secretarios de estado y del consejo de ministros serían épicas. Por tanto, el PSOE sería prisionero de Podemos, los cuales, además comunican mejor.

Y respecto al posible error de realismo político, solo cabe decir que en ningún momento se ha tenido en cuenta la política de recortes que se va a tener que hacer sí o sí. cabe saltarse la ley, como hace Podemos en el Ayuntamiento de Madrid, pero no está en la agenda del PSOE y crearía una grave fricción entre ambos. Si a esto le sumamos que, durante un año al menos, estarían casi sin dinero para desarrollar políticas nuevas. Lo que significa que ni unos ni otros podrían sacar rédito electoral alguno. Y lo peor es que las Comunidades Autónomas y los Ayuntamientos se quejarían de la ineficacia del gobierno que les deja sin dinero, sobrecargando de esta forma el sistema estatal. 

Así ni se atrae a los jóvenes, ni a las capas medias, ni nada. Es más, la historia nos ha demostrado algo. Después de un aluvión de intensidad política (especialmente positiva) siempre llega el desencanto. Y ese desencanto afectaría a quienes estuviesen en el gobierno obviamente. Y ahí tendríamos otra bronca en base a las responsabilidades de unos y otros en la consumación de ese desencanto. Pensar que ese gobierno iba a traer el maná y no lo ha traído llevaría a numerosos ciudadanos a encerrarse en sus casas y volver al escepticismo en el mejor de los casos. Algo así pasó en el periodo 1979-1982 en España.

La realpolitik y el análisis científico ayudan en ocasiones a no lanzarse al voluntarismo o al utopismo. Ni a soltar boutades como que el PSOE no participó en Las Mareas (blanca, verde, etc.) o distintos movimientos sociales. Cuando la realidad es que ha estado en todos desde el principio, antes incluso que las gentes de Podemos, y sigue estando. O que debe existir una relación osmótica entre partidos y sociedad civil para evitar el cisma generacional. ¿Acaso no existe ya esa relación? y, por otro lado, ¿es pertinente esa relación o es mejor un diálogo desde la independencia? Y, la última boutade, sugerir que solo un líder carismático puede solventar esto, es como pedir que se nos aparezca la virgen de Fátima. Es desconocer el significado del líder carismático y su rareza dentro del mundo político y del liderazgo. Con que hubiese un líder valdría. Pero, vamos, nunca podría ser quien él afirma: Ángel Gabilondo. Este hombre tiene muchas virtudes intelectuales pero no es un líder ni en potencia. Y él es consciente de ello y por eso evita ciertas responsabilidades. Además que no es miembro del PSOE, lo cual es un matiz en su contra. Todo esto huele más bien a sanchismo encubierto.

Desde el liberalismo democrático hasta la extrema izquierda hubiésemos deseado que se produjese ese gobierno de progreso (ahora lo veo harto complicado después de lo acontecido en el PSOE). Pero hay que ser realistas. Al beneficio de expulsar al presidente plasmagórico y sus secuaces (y propiciar en el PP una regeneración difícil) y cambiar el ritmo político en España, hay que contraponer las dificultades y la realidad. No vale escenificar esa posibilidad como una Edad de Oro. Como un nuevo tiempo donde nacería el hombre nuevo. No. Habría muchas dificultades que hay que exponer para no llevarnos a engaño, ni pensar que todo va a ser felicidad. Hay caracteres encontrados; distintos ritmos de cambio; confrontaciones ideológicas entre socialismo y populismo; poco dinero en las arcas; y un problema secesionista que no se resuelve con federalismos chapuceros (eso cuando se sabe de lo que se habla, porque lo que me enseñaron a mí los expertos no se parece a lo que exponen algunos. Es más creo que confunden federalismo con otra cosa). Es tiempo de realismo político y creo que entre los partidos que quieren el cambio hay poco o nada de eso.

Hasta que no se baje al análisis del suelo, de la realidad compleja, a utilizar la racionalidad y ser valientes en exponer a la ciudadanía los diferentes escenarios a encarar. Cualquier intento de gobierno de progreso traerá broncas, frustraciones y, al final, una mayoría conservadora si no se explican las cosas. Por desgracia desde el 20-D todos han mirado más por sus intereses particulares que por los de la ciudadanía. Y artículos utópicos como este de Gonzalo Velasco solo llevan a generar ilusiones falsas. Cabeza e ilusión; ideología y racionalismo; libertad y seguridad. Lo demás es vivir en la isla de Tomás Moro.