martes, 16 de febrero de 2016

IGLESIAS: UN SOLIPSISTA A LAS PUERTAS DE PALACIO


Llevo un tiempo resistiéndome a creer lo que me estaban transmitiendo los sentidos respecto a Pablo Iglesias. Pensaba que estábamos ante una sobre-actuación dirigida a llamar la atención entre tantos temas que aparecen en los medios de comunicación desde hace unos meses. Pero el personaje al final me está sobrecargando las neuronas. Y mi resistencia inicial ha tornado en un intento de análisis de la esencia del personaje, no tanto por salvarle a él, que me da lo mismo, como de separarle de un movimiento creativo, de magníficas intenciones y de izquierdas. Y creo poder afirmar que el personaje central puede acabar con la magnífica construcción coral que suponía Podemos. He pasado años analizando poliédricamente a numerosos líderes y dirigentes de distintas épocas, lugares y espacios, tanto como cuando desarrollé mi propia tesis doctoral como posteriormente por mor de mi trabajo. Y este tipo de comportamiento ya lo he visto antes y no suelen terminar bien. Acaban devorados por el propio personaje. Hasta la mitología griega hablaba contra el pecado de la hybris (soberbia) de los héroes mitológicos. Y en el caso de iglesias me ha hecho encender todas las alarmas la rueda de prensa ofrecida, para presentar a la prensa, el contenido del documento de negociación con el PSOE para poder formar un gobierno de izquierdas.

Recuerdo que cuando fundaron Contrapoder en la facultad de Políticas y Sociología no eran más que otros tantos de los que estábamos por allí con cierto compromiso político. Había que hacer ruido para que te prestasen un mínimo de atención la maraña de estudiantes que deambulaban por los pasillos. Siempre los vi como a unos niños y niñas de la decana y de su vicedecano (y no me equivoqué). Nada nuevo bajo el solo. Pero al cabo de los años observo una gran transformación personal del personaje. Y no es tanto el aparentar y el aparecer como la psicología profunda que transmite.

A lo largo del tiempo han existido líderes y dirigentes que o bien han sabido delegar o bien han sido controladores. Churchill y Steve Jobs querían estar al tanto de todo lo que les rodeaba y pasaba bajo sus narices. Otros han tenido el mérito de delegar y mantenerse informados de todo pero concediendo libertad debido al saber o al exceso de responsabilidades. Felipe González sabía delegar y estar informado, por ejemplo. No, Esperanza Aguirre no pertenece a las personas que saben delegar sino a las estúpidas según parece. Pues dentro de ese arco de los controladores se encuentra Pablo Iglesias. Este aspecto controlador no tiene nada que ver con su procedencia comunista o bolchevique, eso queda para otros lares como veremos, ni producto del leninismo y culto al líder como afirmaba Antonio Elorza (él lo ha sufrido en el departamento de la Universidad y debe conocer al personaje). Es una característica totalmente particular de la persona. De ahí su propuesta de que las futuras secretarías de Estado contra la corrupción y el crimen organizado y la de derechos humanos dependan de la vicepresidencia que, en principio, él ocuparía. Quiere controlar sus ideas y su plasmación no tanto porque el gobierno no vaya a ponerlas en práctica, para eso forman parte del gobierno, sino porque son suyas.

Si se detienen a analizar los programas de La Tuerka o Fort Apache se darán cuenta que él es quien, aún presentándose como conductor, más tiempo gasta hablando. Y siempre reconduce el diálogo o el debate a su posición. Lleva mal la contradicción y el no controlar el guión pautado que ha creado o tiene en mente. Control, control. Por ese motivo aparece últimamente con cajas destempladas en sus comparecencias mediáticas, porque se ha escapado a su control la agenda. Decía Monedero en su blog que parecía que el PSOE estaba irritado, antes de que le encomendasen formar gobierno, porque la agenda política de la izquierda la tenía Podemos. Pues eso mismo le pasa a Iglesias. Ya no tiene el control sobre la agenda y hace propuestas que son  incoherentes. Que ambas secretarías dependan de la vicepresidencia es una boutade por una cuestión de eficacia administrativa. Pero, además, si lo que le preocupa es el control de las mismas, creo que desconoce las funciones de la vicepresidencia del gobierno. Malo para un político, horroroso para alguien que se jacta de ser politólogo y jurista. Entre las funciones de la vicepresidencia del gobierno está el preparar las reuniones del consejo de ministros. Y ¿cómo se prepararan? Con una reunión los miércoles con todas las secretarías de estado. Así que ahí puede controlar perfectamente todo lo que hace el gobierno. Este mismo argumento lo utilicé para criticar a Alfonso Guerra cuando decía que estaba en el gobierno de oyente y que él no mandaba. ¡Vaya que sí mandaba y controlaba Guerra! Por tanto, su perfil controlador queda asegurado con solo ser vicepresidente.

A eso se añade un sentimiento egocéntrico y solipsista que cada vez se hace más patente y es típico de los controladores. En la formación de los círculos Pablo Iglesias aparecía como un primus inter pares, como el primero entre los iguales, de los que estaban echando el resto en crear el movimiento que acabaría en confluyendo en Podemos. Él, Monedero, Errejón, Sastre y demás eran visto como la dirigencia natural del  movimiento, como las caras públicas del movimiento. De hecho al presentarse a las elecciones europeas todavía se veían así. Pero el paso a una estructura más formal, necesaria por otro lado, ha ido sacando esa vena egocéntrica y solipsista de Iglesias.

Si ustedes se paran a escuchar a Monedero, a Bescansa, a Errejón o a Montero siguen hablando en plural del movimiento y de las propuestas. Si oyen hablar a Pablo Iglesias se darán cuenta cómo ha ido pasando del nosotros al yo poco a poco. En su perfil controlador ya apuntaba esa vena hacia el ego, pero en los últimos meses se ha hecho aún más patente. Y lo curioso es que se ha ido produciendo sin existir un verdadero culto al líder como sí se produjo en otros casos. No podemos hablar de iglesiasismo como sí de felipismo y aznarismo porque no hay muestras de ello en ninguno de los y las dirigentes de Podemos, ni en las propias bases. Están más apegados al movimiento y al significado en sí del mismo que al propio Iglesias. Existe la deferencia al poder, como sucede en numerosos aspectos de la vida en una organización, pero no un verdadero culto al secretario general. No hay un proceso de lenininación en sí. Pero él cada vez más habla en nombre propio. No se si aprovechando la inestabilidad sistémica y la interna de Podemos, o porque es un componente natural de su personalidad. Apostaría más por la segunda opción.

Cuando propuso que en un posible gobierno de izquierdas, por cierto utiliza mucho el eufemismo de gobierno de cambio y no de izquierdas, hubiese una vicepresidencia ocupada por él, ya marcó algo ese camino interno. Sus codirigentes ante las críticas defendían la vicepresidencia de Podemos no de Iglesias. Pero en todas y cada una de sus intervenciones vuelve a hablar de la vicepresidencia que él ocuparía. Y a parte de cansar demuestra cierto egocentrismo ante el exterior y el interior. Y éste último es más importante. Si en vez de insistir tanto en ello hubiera afirmado que la vicepresidencia sería para Podemos y que él se sentiría honrado de que sus compañeros le designasen para la misma, desde luego no aparecería tan solipsista y egocéntrico. Y el problema es por la reiteración que comienza a molestar a los posibles socios de gobierno. Como táctica política es un error pero su fuero interno le puede y le lleva a ello. ¡Si es que hasta dice que él va a hacer el check and balance del gobierno!

Y, además, empieza a aparecer su carácter solipsista, el creerse más grande de lo que es, en sus intervenciones. Preguntado por el programa de televisión que presentaba afirmó que sería una pena que desapareciese al no poder realizarlo por sus obligaciones políticas, aunque le gustaría. En este caso sí sería ¡Aló Vicepresidente! por desgracia. Pero si lo observan no hay programa sin él porque su persona está por delante de lo que dice defender al final. Pero no solo se queda aquí sino que se arroga dos competencias que no son suyas. Por un lado, hablar en nombre de otras formaciones políticas y, por otro lado, se arroga una capacidad que no le corresponde. Desde que terminó la jornada electoral ya se venía apuntando la voz de las distintas confluencias que les acompañaron. En cierto modo era hasta lógico. Pero éstas ya han empezado a tener su voz propia, como Compromís que está negociando por su parte con el PSOE. Pero es que además se arrogó la voz de IU cuando presentó su propuesta de gobierno. Esto es parte de la cultura comunista que siempre se ha arrogado la voz de otros (movimientos vecinales, asociacionismo, etc.) y luego sacaban tres votos. El problema con Iglesias es que es reiterativo porque sigue hablando de millones de votos y escaños que no son suyos. De momento Podemos como mucho son 65 diputados y diputadas e IU ya ha llegado a un acuerdo con el PSOE en el qué (y veremos si también en el quién) Así que insistir por ese lado no beneficia a Podemos, por mucho que a Iglesias le guste.

Pero no solo habla en nombre de otros sino que es tan solipsista que decide que será él quien negocie con DLL y con ERC, ya que Sánchez no negocia con los independentistas, para que se abstengan en la votación de investidura. Ahora parece que va a ir de salvapatrias. Igual Sánchez ha hablado secretamente para no liarla más y ya está todo cerrado. O igual Sánchez cree que debe hablar con los independentistas cuando llegue al gobierno porque hablar para nada es tontería. Solo un ego desaforado puede llevar a alguien a meterse en un momento que no es el suyo. Me recuerda en demasiadas ocasiones a Iznogud, el visir que quería ser el califa en lugar del califa (genial tebeo creado por Jean Tabay y Goscinny), y que hacía de todo por ocupar el espacio de Harún el Passah. No controla las negociaciones y eso le enfada y le hace verse por encima de lo que es de momento.

Como habrán apreciado en ningún momento he cuestionado posicionamientos ideológicos que me parecen interesantes y respetables (aunque puedo discrepar en algunos y especialmente en el cómo). Y es porque me preocupa que el movimiento iniciado por Podemos pueda desaparecer fagocitado por la personalidad de uno de sus fundadores. Ha pasado hace poco con el partido de la U del ex-presidente colombiano Uribe y con numerosos movimientos de izquierdas. Una de las características de los movimientos populistas es nacer y morir con su fundador en la mayoría de las ocasiones, y espero que esto no suceda con Podemos. Si ha de desaparecer o hundirse es porque no sepan o no hagan bien las cosas, pero no porque queden vinculados a un personaje. El movimiento en sí tenía la virtud de hacer políticamente de una manera un tanto distinta y con una gran capacidad de integrar y de hacer participar a una ciudadanía desanimada. Pero visto lo visto el peligro es patente y temo que esas sinergías se desvíen a zonas más peligrosas y nada de izquierdas.