martes, 16 de junio de 2015

¿SERÁN POSIBLES LOS PACTOS A NIVEL NACIONAL? Política Ficción 1

¿SERÁN POSIBLES LOS PACTOS A NIVEL NACIONAL?
POLÍTICA FICCIÓN 1


Una vez que se ha esclarecido parcialmente el entramado de pactos, acuerdos tácitos, bloqueos, líneas rojas y demás alimento de la política post-electoral, parece buen momento para hacer ficción. Lo real es que Ciudadanos (de ahora en adelante C’s) ha pactado, directa o indirectamente, con el Partido Popular en todos aquellos lugares donde éste podía obtener el gobierno. Donde el PP no tenía tal posibilidad, han optado por no establecer algún tipo de apoyo salvo la, rara, excepción de su apoyo al PSOE de Andalucía. Por tanto, han quedado claras sus preferencias ideológicas y en modo alguno son ese partido bisagra que opinólogos y periodistas dicen.
El caso de Podemos tiene sus aristas también. A pesar de la claridad con la que se expresó el profesor Juan Carlos Monedero (“La única solución para echar al PP del Gobierno es pactar con el PSOE”), el grupo podemita no ha llegado a alianzas de izquierdas en todos los lugares, permitiendo a los partidos de derechas gobernar importantes municipios como Gijón. Igualmente, han estado exigiendo políticas imposibles tanto por falta de competencias como de realismo. Aunque parece que sí están acordando pactos ante situaciones que les podrían perjudicar.
El PSOE, pese a las soflamas de giro hacia la radicalidad de algunas personas importantes del PP (por cierto, con sobresueldos todas ellas), ha permitido, cuando no ha sido el partido mayoritario, que partidos de izquierda hayan obtenido alcaldías importantes. No sin haber negociado antes, lógicamente. Ha seguido una consigna clara frente al Partido Popular que era la que se esperaba.
De cómo avancen estos gobiernos el tiempo nos dirá y nos permitirá analizarlo. Ahora bien, toda esta amalgama de pactos, trueques, gritos, suspiros y peleas ¿podrían darse a nivel nacional? Veámoslo. Tomando los resultados a nivel autonómico, donde las tendencias de voto son equiparables a las nacionales que a nivel municipal (en los casos de Galicia, País Vasco y Cataluña hemos tenido que recurrir a los datos municipales por no haberse producido elecciones autonómicas), la configuración del Parlamento Español sería la siguiente (ver gráfico). El Partido Popular obtendría 120 escaños; el PSOE 110; Podemos 36; C’s 17; IU 3; Coalición Canaria 4; Bildu 6; Compromís 7; CiU 15; ERC 10; PNV 8; y otros partidos regionalistas 13.



Como se puede observar la fragmentación parlamentaria alcanzaría cotas similares a la de las primeras legislaturas de la democracia actual y al parlamentarismo republicano. Ninguno de los dos partidos mayoritarios estaría en disposición no ya de alcanzar la mayoría absoluta sino de acudir a la mayoría simple con uno o dos apoyos parlamentarios (como ha sido norma con CiU, CC o PNV). Solo utilizando los mecanismos de la Democracia de Consenso con participación tanto a derechas como a izquierdas, de los distintos partidos posibilitaría un gobierno con una mínima estabilidad.
Situémonos en la parte derecha del espectro político. El PP tendría casi imposible alcanzar pactos de gobierno en su perfil ideológico. Dando por hecho que tanto Coalición Canaria como C’s pactarían, es complicado que PNV y/o CiU optasen por formar gobierno junto al PP. Primero, porque ambos partidos se encuentran en procesos secesionistas o bien confederalistas que chocan frontalmente tanto con la ideología conservadora del PP como de la de C’s. Y segundo, porque son tantos los agravios cometidos contra los partidos nacionalistas que difícilmente podrían encontrar explicación para su electorado en sus lugares de origen. Por tanto, por la derecha no caben más posibilidades de pacto, ni de hacer pinza con partidos de izquierdas.
En el lado izquierdo del continuum ideológico sucedería algo similar. La suma de PSOE, IU, Podemos y los diferentes partidos regionalistas de izquierdas (hasta 8) sí obtendría una mayoría absoluta. Ahora bien, el consenso se torna prácticamente imposible tanto por pretensiones independentistas como regionalistas, utópicas, etc. El PSOE no podría ser la punta de lanza de un gobierno (que sería calificado de frentepopulista por la derecha ¡Nada nuevo bajo el sol!) donde los acuerdos fuesen de mínimos y con un exceso de demandas de muy distinto tipo.
Este panorama que aquí presentamos como ficción ¿es factible en unas elecciones generales? Muy factible aunque podrían existir ciertas variaciones en el voto como ahora veremos. En nuestra ficción política hemos tomado los votos y los hemos transferido al sistema electoral español de circunscripciones provinciales y utilización de la regla D’Hondt. Por tanto, de repetirse el mismo comportamiento electoral de la ciudadanía los resultados serían similares y con pequeñas modificaciones. Ahora bien, ¿qué podría cambiar? Los nuevos partidos se van a enfrentar a la realidad del hecho político en sí. Los partidos mayoritarios van a gobernar bajo una presión antes desconocida. Y los partidos regionalistas afrontarán un nuevo escenario político diferente a la región. Todos estos factores podrían hacer cambiar el voto a favor o en contra de las diferentes opciones políticas.
C’s ya ha dado pasos, casi todos en alianza con el conservadurismo, y de su actuación como coadyuvador del PP dependerá que gane o pierda apoyos en los grandes núcleos urbanos, que es donde reside su fuerza. Tal y como se comporten en estos meses seguirán siendo un receptor de votos defraudados del PP o la ciudadanía utilizará el voto útil para apoyar a la misma opción conservadora a la que han decidido mantener en diferentes gobiernos. Esto es, para votar y que siga el mismo conservadurismo gobernando se preferirá al original y no a la copia, salvo resultado sorpresa en las elecciones catalanas donde C’s va a hacer una apuesta muy fuerte.
En el caso de Podemos (y su entorno) sí van a afrontar responsabilidades de gobierno. Ello les marcará más porque van a hacer un uso efectivo del poder público. Así actúen les potenciará o les perjudicará en la proyección electoral. Los pactos de apoyo al PSOE les perjudicarán menos, seguramente, que los realizados por C’s al PP. Podemos no podía permitir gobiernos del PP y de cómo actúen como oposición pactada frente a los gobiernos socialistas dependerá su pérdida de votos frente al PSOE (o tal vez IU) o mantener ese apoyo en los grandes núcleos urbanos. Lo normal es que su apoyo no ascienda e, incluso, pueda bajar en algunos sitios donde los grandes poderes de la comunicación ejerzan mayor influencia. Curiosamente tanto Podemos como C’s obtienen sus mayores apoyos en grandes núcleos urbanos donde el impacto de los mass media es mayor.
En el caso de los dos grandes partidos, los apoyos no variarán demasiado y lo que pierda uno será ganancia del otro. El PP ha perdido poder territorial, lo que le perjudica especialmente en las zonas rurales, y el PSOE lo ha ganado. Si nada extraño sucediese esta ganancia le reafirmará como opción de gobierno. Igualmente, los candidatos que van a presentar supondrán un hándicap para sus partidos o no. Mariano Rajoy tiene tras de sí el desgaste del ejercicio del gobierno, su inmovilidad, sus sobresueldos y la corrupción interna de su partido. Mientras Pedro Sánchez es un neófito candidato cuyo debe se encuentra en la inexperiencia de gestión. Pero lo que parece seguro es que el partido que obtenga la posición principal no obtendría más allá de 135 escaños. Para que alguno se acerque a la mayoría absoluta haría falta un swing electoral que se antoja complicado porque tanto en Cataluña (para el caso del PP) como otros lugares (léase Navarra) ambos partidos tienen una presencia mínima.
Un factor clave va a ser los pequeños grupos regionalistas. Según la proyección realizada obtendrían 13 escaños (eso sin contar que su no presencia, por la ley D’Hondt, cambiaría el reparto sustancialmente) de presentarse a las elecciones y mantener los apoyos. Por un lado, lo normal es que pierdan apoyos en las elecciones generales en favor de los grandes partidos políticos nacionales o de los mayoritarios regionalistas en uso del voto útil o el simple cambio de escenario político de votación. Y, por otro lado, algunos podrían decidir no presentarse a las elecciones generales por no verse identificados con ese espacio de acción política.
En conclusión, lo más seguro, si no cambia la situación de forma radical, es que los resultados electorales de las próximas elecciones generales sean similares a los aquí presentados. La inestabilidad será parte del juego político y, seguramente, la facción dominante del bloque en el poder insistirá en una Große Koalition entre PP y PSOE. Que de producirse sería la muerte política del partido socialista. Pero, al fin y al cabo, todo esto no es más que política ficción ¿o no?

martes, 9 de junio de 2015

PACTOS Y DEMOCRACIA DE CONSENSO



Los resultados de las elecciones que se han venido celebrando en España (Autonómicas y Municipales), más los datos que ofrecen las encuestas de opinión, nos muestran un cambio en la conformación del sistema de partidos (o, al menos, eso parece), donde el bipartidismo o el bipartidismo imperfecto tiende a desaparecer. Desde las posiciones de mando de los nuevos partidos así se viene expresando. “Acabar con el bipartidismo” ha sido uno de los eslóganes más recurrentes. Aunque cuestión bien distinta es si lo han conseguido o lo podrán conseguir. “Acabar con la vieja política” ha sido el otro eslogan y el que, por el momento, nos interesa más en este artículo.
Esta posible ruptura de las mayorías absolutas (o mayorías casi absolutas) por la irrupción de nuevos partidos, los cuales todo sea dicho han sabido recoger el descontento de la ciudadanía para con la actividad política, nos lleva a un escenario de pactos, acuerdos, programas comunes, etc., pero ¿nos lleva a una democracia de consenso?
La democracia de consenso se fundamenta, expresado en términos simples, en la confluencia de diversos partidos sin mayoría suficiente para llevar a cabo acuerdos de gobierno, con reparto de poder institucional y generados y mantenidos por procesos de deliberación política. En Suiza, Alemania, Suecia, Italia y otros países este sistema ha venido funcionando con mayor o menor fortuna a lo largo de la historio democrática. Se han constituido gobiernos entre diferentes grupos étnicos/lingüísticos pero con una ideología similar, entre partidos de ideologías y/o posicionamientos políticos cercanos; etcétera. Sin embargo, ¿es este panorama que se nos ofrece desde las cúpulas de los partidos españoles? Parece ser que no. Nos ofrecen una nueva política de líneas rojas, pactos… pero sin necesidad de entrar a formar parte de los diferentes gobiernos. Una política no tan nueva y en modo alguno consensual.
En el bipartidismo imperfecto que ha habido en España partidos como CiU, PNV, CDS y otros a otros niveles ya utilizaron ese tipo de táctica de líneas rojas a cambio de compensaciones de distinto tipo. Marcaron los tiempos de los partidos políticos a los que apoyaron aunque, eso sí, sin publicitar tanto esa táctica. Ese tipo de política, sin llegar a ser consensual, sí tomaba de ella algunos parámetros que ahora no se producen como pactos gubernamentales de mínimos.
Los partidos de nueva aparición pretenden, como los antiguos, no implicarse en el gobierno, no tanto por cuestiones electoralistas como por cuestiones de seguir aparentando ser partidos no implicados en el sistema que se pretende cambiar. Ahora bien, no tomar parte en la gobernación de Comunidades Autónoma y/o Municipios ¿les puede generar réditos electorales? Sí y no. Dependiendo de la situación que enfrenten.
En el caso de Ciudadanos (de ahora en adelante C’s) puede haber mayor perjuicio que en el de Podemos. En primer lugar, C’s tiene entre sus máximas cambiar el sistema para mejorarlo y adaptarlo y desde fuera parece complicado porque necesitaría al resto de partidos, los cuales se pueden sentir muy perjudicados por la toma de posición de no implicarse en el gobierno y devolver el golpe cuando menos lo esperen. En segundo lugar, pretende ocupar el espacio centro-derecha centro-izquierda del espacio político por lo que las personas de derechas que les hayan votado los toman como alternativa de gobierno del PP o como fuerza de cambio de una derecha española ultramontana y llena de casos de corrupción. Lo mismo podríamos decir de las personas de centro-izquierda y respecto al PSOE. Por tanto, les han votado para gobernar y servir de freno a los partidos mayoritarios. En unos sitios se entenderá que apoyen al PP y en otros que apoyen al PSOE. En ambos casos habrá ganancias y pérdidas por uno u otro lado. Pero permanecer en la oposición imponiendo sus ideas (que no difieren demasiado de los postulados de los grandes partidos políticos, todo hay que decirlo) puede volverse en su contra ya que en la Comunidades Autónomas y en los Municipios una vez formado el gobierno, el margen de maniobra se reduce en una gran miríada de políticas. Por tanto, la influencia será menor que si forman parte del gobierno (lo que puede aplicarse a Podemos igualmente). Esto puede provocar que su electorado acabe volviendo a sus orígenes (PP/PSOE) a poco que ambos partidos limpien sus casas porque ¿para qué votar a B si A va a gobernar sin un gran freno? Además, los gobiernos establecidos les achacarán las debilidades de la gestión o de la puesta en marcha de aquella o esta política concreta. Serán dañados sin participar del gobierno y sin establecer un programa de gobierno. Consensuar desde fuera del poder y con amenazas de disolución o de moción de censura es contraproducente a todas luces. Y los partidos europeos que han intentado este tipo de política han acabado desapareciendo o han aceptado la democracia de consenso real.
En el caso de Podemos existen dos diferencias claras. Primera, compite solamente en el ámbito de la izquierda, lo que puede ser igual de perjudicial que su compañero de reparto. Y segunda desde esta formación política se pretende acabar con el sistema político actual y transformarlo radicalmente lo que le infiere un cierto margen de maniobra. Al igual que sus congéneres políticos han marcado una serie de principios irrenunciables, en algunos casos incomprensibles (como sacar el dinero de bancos que desahucien ¡si hasta la banca del Vaticano los hará!), para dar apoyos institucionales y no participar en la conformación de gobiernos. Pero a diferencia de C’s, al partido podemita no se le va a perdonar que se permitan gobiernos conservadores habiendo posibilidad de gobiernos de izquierda. La ciudadanía que les ha apoyado puede comprender que estar fuera de los gobiernos, de momento, puede ser una táctica cortoplacista para marcar territorio a los “partidos de la casta”, pero tienen la barrera ideológica que imposibilitaría que con su abstención o su voto en contra gobierne la derecha (salvo casos llamativos y flagrantes de corrupción generalizada del partido mayoritario). Además, al contrario de lo acontecido con C’s, las Plataformas que han sido apoyadas por Podemos pueden alcanzar el gobierno en importantes municipios españoles. Perder esa oportunidad de ir “tomando los cielos” puede conllevar cierta desesperanza entre sus votantes. Los cuales, al ver que se sigue estando en la oposición sin más, podrían acabar volviendo a sus orígenes (IU/PSOE). Por tanto, el consensuar pactos de gobierno puede ser decisivo en el caso de Podemos porque, sus votantes, sí les han votado para gobernar y cambiar el sistema del 78. Sin embargo, no entrar a formar coaliciones de gobierno (democracia consensual) podría ser menos perjudicial en el comportamiento electoral. Eso sí, siempre y cuando, mantengan un discurso y una acción no tanto de oposición férrea como de promoción de cambios significativos.
¿Es nueva esta forma de hacer política? No. La han utilizado partidos en España y fuera de ella (tanto para estabilizar como para desestabilizar al sistema), aunque el matiz diferencial es que ambos son partidos de ámbito estatal. Pero no dar el paso de implicarse en el gobierno, conformando una democracia consensual, puede que les haga ser vistos como partidos bisagra, o a que la ciudadanía dude de su capacidad de gestión. Si eso ocurriese acabarían siendo pasto de la voracidad de los grandes partidos, que sí tienen cuadros más formados, y de los poderes fácticos. El PSOE consiguió ser visto como un posible partido de gobierno porque gestionó municipios antes de llegar al gobierno. Esa lección parece que no la están aprovechando los partidos neófitos. Además, para cambiar las cosas hay que tener poder, algo al menos. Sin embargo, desde fuera se puede solo influir pero difícilmente cambiar las cosas porque, además, los gobiernos siempre poseen mayor información de la realidad que la oposición. Y la información genera mayor poder, no lo olvidemos. Por tanto, creemos que sería mucho mejor para ambos partidos y para el propio sistema en cambio que las dirigencias de ambas organizaciones pensasen seriamente el implicarse en los gobiernos por medio de la democracia consensual. Ya que allí dentro el veto puede surtir más efecto que desde fuera.