PACTOS Y DEMOCRACIA DE CONSENSO
Los resultados de las elecciones que se han venido celebrando
en España (Autonómicas y Municipales), más los datos que ofrecen las encuestas
de opinión, nos muestran un cambio en la conformación del sistema de partidos
(o, al menos, eso parece), donde el bipartidismo o el bipartidismo imperfecto tiende
a desaparecer. Desde las posiciones de mando de los nuevos partidos así se
viene expresando. “Acabar con el bipartidismo” ha sido uno de los eslóganes más
recurrentes. Aunque cuestión bien distinta es si lo han conseguido o lo podrán
conseguir. “Acabar con la vieja política” ha sido el otro eslogan y el que, por
el momento, nos interesa más en este artículo.
Esta posible ruptura de las mayorías absolutas (o mayorías
casi absolutas) por la irrupción de nuevos partidos, los cuales todo sea dicho
han sabido recoger el descontento de la ciudadanía para con la actividad
política, nos lleva a un escenario de pactos, acuerdos, programas comunes,
etc., pero ¿nos lleva a una democracia de
consenso?
La democracia de consenso se fundamenta, expresado en
términos simples, en la confluencia de diversos partidos sin mayoría suficiente
para llevar a cabo acuerdos de gobierno, con reparto de poder institucional y
generados y mantenidos por procesos de deliberación política. En Suiza,
Alemania, Suecia, Italia y otros países este sistema ha venido funcionando con
mayor o menor fortuna a lo largo de la historio democrática. Se han constituido
gobiernos entre diferentes grupos étnicos/lingüísticos pero con una ideología
similar, entre partidos de ideologías y/o posicionamientos políticos cercanos;
etcétera. Sin embargo, ¿es este panorama que se nos ofrece desde las cúpulas de
los partidos españoles? Parece ser que no. Nos ofrecen una nueva política de líneas rojas, pactos… pero sin necesidad de
entrar a formar parte de los diferentes gobiernos. Una política no tan nueva y
en modo alguno consensual.
En el bipartidismo imperfecto que ha habido en España
partidos como CiU, PNV, CDS y otros a otros niveles ya utilizaron ese tipo de
táctica de líneas rojas a cambio de compensaciones de distinto tipo. Marcaron
los tiempos de los partidos políticos a los que apoyaron aunque, eso sí, sin
publicitar tanto esa táctica. Ese tipo de política, sin llegar a ser
consensual, sí tomaba de ella algunos parámetros que ahora no se producen como
pactos gubernamentales de mínimos.
Los partidos de nueva aparición pretenden, como los antiguos,
no implicarse en el gobierno, no tanto por cuestiones electoralistas como por
cuestiones de seguir aparentando ser partidos no implicados en el sistema que
se pretende cambiar. Ahora bien, no tomar parte en la gobernación de
Comunidades Autónoma y/o Municipios ¿les puede generar réditos electorales? Sí
y no. Dependiendo de la situación que enfrenten.
En el caso de Ciudadanos (de ahora en adelante C’s) puede
haber mayor perjuicio que en el de Podemos. En primer lugar, C’s tiene entre
sus máximas cambiar el sistema para mejorarlo y adaptarlo y desde fuera parece
complicado porque necesitaría al resto de partidos, los cuales se pueden sentir
muy perjudicados por la toma de posición de no implicarse en el gobierno y
devolver el golpe cuando menos lo esperen. En segundo lugar, pretende ocupar el
espacio centro-derecha centro-izquierda del espacio político por lo que las
personas de derechas que les hayan votado los toman como alternativa de
gobierno del PP o como fuerza de cambio de una derecha española ultramontana y
llena de casos de corrupción. Lo mismo podríamos decir de las personas de
centro-izquierda y respecto al PSOE. Por tanto, les han votado para gobernar y
servir de freno a los partidos mayoritarios. En unos sitios se entenderá que
apoyen al PP y en otros que apoyen al PSOE. En ambos casos habrá ganancias y
pérdidas por uno u otro lado. Pero permanecer en la oposición imponiendo sus
ideas (que no difieren demasiado de los postulados de los grandes partidos
políticos, todo hay que decirlo) puede volverse en su contra ya que en la
Comunidades Autónomas y en los Municipios una vez formado el gobierno, el
margen de maniobra se reduce en una gran miríada de políticas. Por tanto, la
influencia será menor que si forman parte del gobierno (lo que puede aplicarse
a Podemos igualmente). Esto puede provocar que su electorado acabe volviendo a
sus orígenes (PP/PSOE) a poco que ambos partidos limpien sus casas porque ¿para
qué votar a B si A va a gobernar sin un gran freno? Además, los gobiernos
establecidos les achacarán las debilidades de la gestión o de la puesta en
marcha de aquella o esta política concreta. Serán dañados sin participar del
gobierno y sin establecer un programa de gobierno. Consensuar desde fuera del
poder y con amenazas de disolución o de moción de censura es contraproducente a
todas luces. Y los partidos europeos que han intentado este tipo de política
han acabado desapareciendo o han aceptado la democracia de consenso real.
En el caso de Podemos existen dos diferencias claras.
Primera, compite solamente en el ámbito de la izquierda, lo que puede ser igual
de perjudicial que su compañero de reparto. Y segunda desde esta formación
política se pretende acabar con el sistema político actual y transformarlo
radicalmente lo que le infiere un cierto margen de maniobra. Al igual que sus
congéneres políticos han marcado una serie de principios irrenunciables, en
algunos casos incomprensibles (como sacar el dinero de bancos que desahucien ¡si
hasta la banca del Vaticano los hará!), para dar apoyos institucionales y no
participar en la conformación de gobiernos. Pero a diferencia de C’s, al
partido podemita no se le va a perdonar que se permitan gobiernos conservadores
habiendo posibilidad de gobiernos de izquierda. La ciudadanía que les ha
apoyado puede comprender que estar fuera de los gobiernos, de momento, puede
ser una táctica cortoplacista para marcar territorio a los “partidos de la
casta”, pero tienen la barrera ideológica que imposibilitaría que con su
abstención o su voto en contra gobierne la derecha (salvo casos llamativos y
flagrantes de corrupción generalizada del partido mayoritario). Además, al
contrario de lo acontecido con C’s, las Plataformas que han sido apoyadas por
Podemos pueden alcanzar el gobierno en importantes municipios españoles. Perder
esa oportunidad de ir “tomando los cielos” puede conllevar cierta desesperanza
entre sus votantes. Los cuales, al ver que se sigue estando en la oposición sin
más, podrían acabar volviendo a sus orígenes (IU/PSOE). Por tanto, el consensuar
pactos de gobierno puede ser decisivo en el caso de Podemos porque, sus
votantes, sí les han votado para gobernar y cambiar el sistema del 78. Sin embargo, no entrar a formar coaliciones de
gobierno (democracia consensual) podría ser menos perjudicial en el
comportamiento electoral. Eso sí, siempre y cuando, mantengan un discurso y una
acción no tanto de oposición férrea como de promoción de cambios
significativos.
¿Es nueva esta forma de hacer política? No. La han
utilizado partidos en España y fuera de ella (tanto para estabilizar como para
desestabilizar al sistema), aunque el matiz diferencial es que ambos son
partidos de ámbito estatal. Pero no dar el paso de implicarse en el gobierno,
conformando una democracia consensual, puede que les haga ser vistos como
partidos bisagra, o a que la ciudadanía dude de su capacidad de gestión. Si eso
ocurriese acabarían siendo pasto de la voracidad de los grandes partidos, que
sí tienen cuadros más formados, y de los poderes fácticos. El PSOE consiguió
ser visto como un posible partido de gobierno porque gestionó municipios antes
de llegar al gobierno. Esa lección parece que no la están aprovechando los
partidos neófitos. Además, para cambiar las cosas hay que tener poder, algo al
menos. Sin embargo, desde fuera se puede solo influir pero difícilmente cambiar
las cosas porque, además, los gobiernos siempre poseen mayor información de la
realidad que la oposición. Y la información genera mayor poder, no lo
olvidemos. Por tanto, creemos que sería mucho mejor para ambos partidos y para
el propio sistema en cambio que las dirigencias de ambas organizaciones pensasen
seriamente el implicarse en los gobiernos por medio de la democracia
consensual. Ya que allí dentro el veto puede surtir más efecto que desde fuera.