Si
hay algo que está dejando claro este tiempo pandémico es que el periodismo,
cuando menos el español, está perdiendo toda credibilidad. Igual no es que
ustedes le profesasen mucha fe democrática anteriormente pero, a día de hoy,
seguramente lo poco que creyesen en los medios de comunicación o los periodistas
personalmente considerados es bastante menor. Tendrán, a buen seguro, sus
medios preferidos. Sus columnistas de parte a los que profesan simpatía. Sus
analistas de cámara. Es indudable que por algún camino hay que informarse y se
sigue haciendo, pero las máscaras de esa independencia y de ese obrar más allá
de partidos se han caído y hecho añicos en estos tiempos. He estado junto a
muchos de esos que salen en televisión, he charlado con ellos, he visto cómo se
mueven y con quién se mueven y creo que puedo hablar con algo de propiedad.
Ahora que está el periódico donde escribo todos los días parado al cambiar
formatos y mejorando la conectividad, puedo reflexionar desde lo personal. Sin
más intención que intentar dar una visión de la profesión periodística, de sus
jefaturas y de sus miserias empresariales y personales.
La
mayoría de las personas que trabajan en los medios de comunicación, esos
cientos de miles de periodistas que trabajan en condiciones inhumanas (en tema
de horarios), en muchas ocasiones mal pagados y siempre con la ilusión del
primer día, no son los que ustedes ven en tertulias, en las ruedas de prensa
gubernamentales y demás. Existe una casta de periodistas, se les puede
catalogar de estrella, que entienden que sin ellos y ellas no hay control al
gobierno de turno, que sin ellos y ellas no existe la “verdadera” información,
que sin ellas y ellos el periodismo es solamente notas de prensa. Son esos
mismos que protestaron hace poco tiempo porque sus preguntas no le eran
formuladas en las ruedas de prensa al presidente del Gobierno o los demás
miembros del mismo, menospreciando con ello las preguntas de otros periodistas,
de otros medios (con menos recursos sí, pero que igual ofrecen más información realmente
interesante. Una casta periodística que
copa las mesas de tertulianos, las columnas de todólogos y el insulso
periodismo espectáculo. Hasta en ocasiones acuerdan la forma en que hay que
ofrecer unas declaraciones, una noticia o un suceso político. Son quienes se
piensan por encima del resto de periodistas, algunos con años de carrera
ofreciendo noticias en ámbitos locales o autonómicos.
Desengáñense.
La mayoría de los periodistas que siguen en twitter, a los que aplauden en
televisión o leen con fruición sus columnas son pura apariencia. Puro conchabeo
con uno u otro partido, o facción de partido. Marcan su territorio, adoptando
un encaje ideológico (unos más de Podemos, otros más del sanchismo, otros más
del PSOE del antiguo testamento, otros más de PP, otros directamente neofascistas
y alguno que dice ser comunista), pero en realidad no es más que la forma de
participar en la política espectáculo. Es un personaje creado para sacar tajada
económica y, en algún caso, llenar el propio ego. Como pasa con youtubers e influencers varios, el ensimismamiento también está dentro de la
profesión periodística, pero no deja de ser mero postureo. O si prefieren una
impostura. ¿Quiere esto decir que informan
mal? No, informan según ese personaje que se han creado. Tienen a gente que
sigue al Gobierno y al PSOE que hacen siempre que pueden una crítica y otros
que siempre hacen la pelota para que les filtren información unos u otros.
Cuando parece que están dando una exclusiva (da igual el partido) realmente
están sirviendo a una facción u otra del partido (recuerdo en tiempos del
antiguo Podemos ver a periodistas errejonistas o pablistas haciendo de correa
de transmisión de un grupo u otro para ver cómo respondían las bases a tal o
cual información). Por ello siempre la información de este grupo de élite
periodística va direccionada, esto es, encaminada a algún fin más allá de la
mera transcripción de unos hechos. Si se fijan bien, la mayoría de medios de comunicación no ofrecen información en sí sino
que, tras aportar ciertos datos, siempre viene esa coletilla interesada. En
mi caso, como hago análisis reconozco que, desde una posición epistemológica
que no se esconde (marxista), siempre hay un componente ideológico detrás. Pero
ya se sabe. Es un análisis que pretende ser de izquierdas gobierne quien
gobierne y sea quien sea el que esté al frente de los partidos políticos. Eso
mismo hace esta casta pero lo esconde.
Y a
esos intereses particulares hay que añadir que los medios de comunicación
tienen intereses económicos y, por ello, políticos. La gran mayoría de los
medios de comunicación tienen servidumbres con la clase dominante de una u otra
forma. Salvo raras excepciones, todos o son propiedad, mediante fondos de
inversión o Sicavs, de algún potente empresario o se deben a los millones de
esta o aquella empresa potente del Ibex-35. A ello añádanle los millones que
entregan todos los gobiernos a diferente escala (local, autonómica o estatal)
para comprobar que esa supuesta independencia no es tal. Son un cuarto poder
contra algo (el socialismo) o contra alguien (en estos tiempos Pedro Sánchez y Pablo Iglesias). Ayer mismo me decían en algún chat que sólo se
fiaban de El País como medio de
izquierdas. Siendo Ana Botín,
presidenta del Banco de Santander, quien controla el periódico ¿piensan
realmente que va a hablar de algo contrario a los deseos de esa señora y de sus
intereses económicos?. Ninguno de los periódicos progresistas dirá algo
contrario a lo que dicte la ideología dominante. Permiten alguna columna un
tanto fuera de tono para aparentar y ya. Son aparatos ideológicos de la clase
dominante, lo saben y actúan en consecuencia. Son tan teatrales y
espectaculares como lo es la política en sí. Mucho antifranquismo, mucho
antifascismo y ya aparentar ser de izquierdas pero llega la banca y casi todos
callan.
Todo
eso, que está muy resumido por la necesidad de brevedad, se está viendo ahora
con el coronavirus. ¿A alguien le extraña que pueda haber sido la Comunidad de
Madrid la que haya filtrado las fotos de los ataúdes a El Mundo cuando todo el mundo sabe que son el periódico preferido
del PP para filtrar cuestiones que dañen a sus contrincantes? A nadie porque se
ha descubierto que ese medio de comunicación trabaja en favor del PP (con algún
ramalazo fascista o ciudadano). En su tiempo El País era el medio elegido por el PSOE de Felipe González para filtrar cosas. Como Podemos hace con dos o
tres periodistas de cámara. O como el sanchismo hace con uno o dos periodistas
de cámara, que también lo hay (alguno se habrá caído de la lista por protestar
más allá de lo normal). La clase dominante lo es porque controla, directa o
indirectamente, los poderes en el Estado. Evidentemente son los propietarios de
los medios de producción y financieros y de ahí su poder social, pero a eso
añaden medios de comunicación, ciertos ámbitos de la administración pública,
ciertos dirigentes políticos (cuando no la mayoría), ya que sólo así se aseguran la reproducción de las
relaciones sociales en su favor. En ese esquema de dominio, los periodistas
y los medios son clave y el coronavirus ha mostrado que, al final, todos toman
partido… la mayoría por la derecha.