miércoles, 8 de abril de 2020

El periodismo pierde toda credibilidad




Si hay algo que está dejando claro este tiempo pandémico es que el periodismo, cuando menos el español, está perdiendo toda credibilidad. Igual no es que ustedes le profesasen mucha fe democrática anteriormente pero, a día de hoy, seguramente lo poco que creyesen en los medios de comunicación o los periodistas personalmente considerados es bastante menor. Tendrán, a buen seguro, sus medios preferidos. Sus columnistas de parte a los que profesan simpatía. Sus analistas de cámara. Es indudable que por algún camino hay que informarse y se sigue haciendo, pero las máscaras de esa independencia y de ese obrar más allá de partidos se han caído y hecho añicos en estos tiempos. He estado junto a muchos de esos que salen en televisión, he charlado con ellos, he visto cómo se mueven y con quién se mueven y creo que puedo hablar con algo de propiedad. Ahora que está el periódico donde escribo todos los días parado al cambiar formatos y mejorando la conectividad, puedo reflexionar desde lo personal. Sin más intención que intentar dar una visión de la profesión periodística, de sus jefaturas y de sus miserias empresariales y personales.

La mayoría de las personas que trabajan en los medios de comunicación, esos cientos de miles de periodistas que trabajan en condiciones inhumanas (en tema de horarios), en muchas ocasiones mal pagados y siempre con la ilusión del primer día, no son los que ustedes ven en tertulias, en las ruedas de prensa gubernamentales y demás. Existe una casta de periodistas, se les puede catalogar de estrella, que entienden que sin ellos y ellas no hay control al gobierno de turno, que sin ellos y ellas no existe la “verdadera” información, que sin ellas y ellos el periodismo es solamente notas de prensa. Son esos mismos que protestaron hace poco tiempo porque sus preguntas no le eran formuladas en las ruedas de prensa al presidente del Gobierno o los demás miembros del mismo, menospreciando con ello las preguntas de otros periodistas, de otros medios (con menos recursos sí, pero que igual ofrecen más información realmente interesante. Una casta periodística que copa las mesas de tertulianos, las columnas de todólogos y el insulso periodismo espectáculo. Hasta en ocasiones acuerdan la forma en que hay que ofrecer unas declaraciones, una noticia o un suceso político. Son quienes se piensan por encima del resto de periodistas, algunos con años de carrera ofreciendo noticias en ámbitos locales o autonómicos.

Desengáñense. La mayoría de los periodistas que siguen en twitter, a los que aplauden en televisión o leen con fruición sus columnas son pura apariencia. Puro conchabeo con uno u otro partido, o facción de partido. Marcan su territorio, adoptando un encaje ideológico (unos más de Podemos, otros más del sanchismo, otros más del PSOE del antiguo testamento, otros más de PP, otros directamente neofascistas y alguno que dice ser comunista), pero en realidad no es más que la forma de participar en la política espectáculo. Es un personaje creado para sacar tajada económica y, en algún caso, llenar el propio ego. Como pasa con youtubers e influencers varios, el ensimismamiento también está dentro de la profesión periodística, pero no deja de ser mero postureo. O si prefieren una impostura. ¿Quiere esto decir que informan mal? No, informan según ese personaje que se han creado. Tienen a gente que sigue al Gobierno y al PSOE que hacen siempre que pueden una crítica y otros que siempre hacen la pelota para que les filtren información unos u otros. Cuando parece que están dando una exclusiva (da igual el partido) realmente están sirviendo a una facción u otra del partido (recuerdo en tiempos del antiguo Podemos ver a periodistas errejonistas o pablistas haciendo de correa de transmisión de un grupo u otro para ver cómo respondían las bases a tal o cual información). Por ello siempre la información de este grupo de élite periodística va direccionada, esto es, encaminada a algún fin más allá de la mera transcripción de unos hechos. Si se fijan bien, la mayoría de medios de comunicación no ofrecen información en sí sino que, tras aportar ciertos datos, siempre viene esa coletilla interesada. En mi caso, como hago análisis reconozco que, desde una posición epistemológica que no se esconde (marxista), siempre hay un componente ideológico detrás. Pero ya se sabe. Es un análisis que pretende ser de izquierdas gobierne quien gobierne y sea quien sea el que esté al frente de los partidos políticos. Eso mismo hace esta casta pero lo esconde.

Y a esos intereses particulares hay que añadir que los medios de comunicación tienen intereses económicos y, por ello, políticos. La gran mayoría de los medios de comunicación tienen servidumbres con la clase dominante de una u otra forma. Salvo raras excepciones, todos o son propiedad, mediante fondos de inversión o Sicavs, de algún potente empresario o se deben a los millones de esta o aquella empresa potente del Ibex-35. A ello añádanle los millones que entregan todos los gobiernos a diferente escala (local, autonómica o estatal) para comprobar que esa supuesta independencia no es tal. Son un cuarto poder contra algo (el socialismo) o contra alguien (en estos tiempos Pedro Sánchez y Pablo Iglesias). Ayer mismo me decían en algún chat que sólo se fiaban de El País como medio de izquierdas. Siendo Ana Botín, presidenta del Banco de Santander, quien controla el periódico ¿piensan realmente que va a hablar de algo contrario a los deseos de esa señora y de sus intereses económicos?. Ninguno de los periódicos progresistas dirá algo contrario a lo que dicte la ideología dominante. Permiten alguna columna un tanto fuera de tono para aparentar y ya. Son aparatos ideológicos de la clase dominante, lo saben y actúan en consecuencia. Son tan teatrales y espectaculares como lo es la política en sí. Mucho antifranquismo, mucho antifascismo y ya aparentar ser de izquierdas pero llega la banca y casi todos callan.

Todo eso, que está muy resumido por la necesidad de brevedad, se está viendo ahora con el coronavirus. ¿A alguien le extraña que pueda haber sido la Comunidad de Madrid la que haya filtrado las fotos de los ataúdes a El Mundo cuando todo el mundo sabe que son el periódico preferido del PP para filtrar cuestiones que dañen a sus contrincantes? A nadie porque se ha descubierto que ese medio de comunicación trabaja en favor del PP (con algún ramalazo fascista o ciudadano). En su tiempo El País era el medio elegido por el PSOE de Felipe González para filtrar cosas. Como Podemos hace con dos o tres periodistas de cámara. O como el sanchismo hace con uno o dos periodistas de cámara, que también lo hay (alguno se habrá caído de la lista por protestar más allá de lo normal). La clase dominante lo es porque controla, directa o indirectamente, los poderes en el Estado. Evidentemente son los propietarios de los medios de producción y financieros y de ahí su poder social, pero a eso añaden medios de comunicación, ciertos ámbitos de la administración pública, ciertos dirigentes políticos (cuando no la mayoría), ya que sólo así se aseguran la reproducción de las relaciones sociales en su favor. En ese esquema de dominio, los periodistas y los medios son clave y el coronavirus ha mostrado que, al final, todos toman partido… la mayoría por la derecha.

Decálogo contra los bulos de la derecha




La policía ha encontrado más de un millón y medio de cuentas falsas mediante las que se están trasladando bulos y mentiras al grueso de la población. Incluso la aplicación de mensajería instantánea Whatsapp ha cambiado su protocolo para compartir información e implementará un veto para que no se pueda compartir información (mediante el botón dispuesto para ello) a más de un canal. Es un problema esta extensión de bulos en un momento crítico pues ello puede provocar una percepción colectiva errónea, o cuando menos muy alejada de lo que en realidad ocurre. A ello hay que sumar que los propios partidos políticos, especialmente los de derechas, están dando pábulo a esto bulos y mentiras, cuando no los están generando ellos mismos. Y si, además, desde medios de comunicación, medianamente serios por decir algo, se hacen eco de los bulos y los sitúan en pleno franja horaria de más visualización, la hecatombe social se vuelve propicia para el surgimiento de los monstruos del totalitarismo.

Son estos, y no otros, los motivos por los que este decálogo puede salvar, sino vidas, sí mentes de la manipulación de derechas que se está sufriendo en España. No son una completa solución al mal del bulo y la mentira, pero igual sí pueden servir como salvaguarda para cada cual.

1°) Huir en todo momento de las noticias de medios de comunicación no habituales. Da igual que usted prefiera lo que le dicen en su periódico regional más que el de ámbito estatal. Ahí no está el problema sino en todos esos medios que son algo+digital o confidenciales diversos. O con nombres no propios para un periódico digamos que serio. Todos esos medios son los que crean y lanzan los bulos. Ni Mediterráneo Digital, ni Moncloa.como, ni nada por el estilo.

2°) Evitar leer o aceptar artículos de medios de derechas. No son de fiar porque manipulan en estos momentos los datos y la realidad para sus espurios fines. Peligrosos habituales como OK Diario deben evitarse, como pasa con Periodista Digital, el Confidencial Digital, Es Diario o Libertad Digital. A esos hay que sumar en estos tiempos a ABC, El Español, Vozpopuli, La Razón, El Independiente, El País y, especialmente, El Mundo. Súmenles los medios nacionalistas y así algo habrán conseguido.

3°) Si tiene algún agregador de noticias, ese mecanismo mediante el cual le envían las noticias más relevantes, desconéctelo. En estos momentos, en realidad casi siempre, son los mecanismos más habituales para la distribución de bulos y artículos llenos de mentiras.

4°) La mayoría de mensajes de audio suelen ser mentira y no hay posibilidad de verificarlos. Lo mismo sucede con los vídeos donde no se ven caras o muestran hechos que se califican de forma negativa. Ni caso a este tipo de mensajes y aprovechen para señalar a quien se lo mande.

5°) Cualquier mensaje o artículo que vaya acompañado de epítetos como “escandaloso”, “vergüenza”, “traidores”, “gobierno… lo que sea malo” no son más que bulos y falsedades. Hay que obviarlos.

6°) Evitar ver el Programa de Ana Rosa o Espejo Público porque ha quedado demostrado que están transmitiendo bulos y mentiras. En el primero, por ejemplo, las dos UVI móviles que jamás han estado en la casa de Pablo Iglesias, o la falsa empresa que fabrica test rápidos, que ni fabrican, ni son rápidos.

7°) No entre en discusión jamás con alguien de extrema derecha y si le aparece en su muro de Facebook o twitter bloqueo sin pestañear. Si discute el logaritmo provoca que su mensaje se extienda más y lo vean más personas.

8°) Todo mensaje que vaya acompañado de algún hagstag de los que usa la ultraderecha es mentira siempre.

9°) No confíe tampoco en los mensajes de cargos públicos de PP, Vox o Ciudadanos, siempre incluyen manipulación o extienden bulos.

10°) Si todo lo anterior le parece poco, lo mejor que puede hacer es coger un libro, ver cine, llamar a un amigo/a o intentar desconectar aprovechando el confinamiento. Porque para frenar los bulos no hay nada mejor que la cultura y saber que si de normal nos la intentan colar todos, en estos tiempos con un Gobierno de izquierdas la derecha triplica los esfuerzos por engañarnos.