martes, 19 de enero de 2016

ENRIQUE TIERNO GALVÁN: EL INTELECTUAL QUE FUE ALCALDE



Han pasado 30 años y su recuerdo permanece entre varias generaciones. Si bien es cierto que se van difuminando sus perfiles aún se le recuerda por haber ocupado el cargo para el que, posiblemente, menos se hubiera preparado en su vida: Alcalde de Madrid.
En este puesto de responsabilidad política fue conocido por su talante de diálogo y por sus bandos de lenguaje barroco. Esa construcción desde que apenas contaba con treinta y tantos años de Viejo Profesor que siempre le acompañó, a pesar de fallecer relativamente joven (68 años), ha quedado impregnada en las retinas de aquellos y aquellas que superamos con creces la cuarentena. Nos queda la imagen de un señor mayor que comprendía a la juventud, que era tolerante y que sabía dirigir un equipo de políticos en beneficio de la sociedad. Un entierro tan multitudinario como tuvo, desde luego, no es fruto de una campaña orquestada sino de la entrega emocionada de las personas que tuvieron la fortuna de compartir tiempo y espacio con él.
Fue superado por la juventud y el aire fresco que aportaron las nuevas generaciones que surgieron en el postfranquismo y la transición, a pesar de haber sido, realmente, un luchador contra el franquismo en el interior de España. Lo cual le otorga un mérito mayor que a otros y otras que salieron corriendo y no volvieron hasta que el peligro hubo pasado. Desde una posición intelectual comenzó su lucha antifranquista desde su cátedra de la Universidad de Salamanca. Participó en la creación de la Asociación para la Unidad Funcional de Europa desde donde comenzaron los progresistas del interior a desarrollar su función opositora. Igualmente participó en Unión Española y en el "contubernio de Munich". Y, junto a López Aranguren y García Calvo, fue expulsado de su cátedra por acciones subversivas contra en régimen franquista.
Es recordado como un referente del socialismo patrio sin lugar a dudas pero superando los que significan las estructuras de partido. La organización que él fundó, el Partido Socialista Popular (derivación del Partido Socialista del Interior), tuvo un corto recorrido en democracia. Las deudas y las presiones de los grandes poderes fácticos del socialismo europeo iban en contra de la permanencia de la propia organización. Y si a ello le sumamos la ambición y la traición del algún elemento, como José Bono, se entiende que tuviera una existencia efímera. Acabó en el PSOE. Partido con el cual tuvo una relación de amor odio desde 1956, con entradas y salidas constantes, pero cuya militancia (no así los cuadros y la élite) vio en él a un gran referente del socialismo al simbolizar la coherencia intelectual con la manera de obrar. No habiendo militado sino unos años, la militancia socialista posiblemente le guarde un cariño especial, extensible incluso a otras formaciones políticas.
En mis recuerdos de adolescencia Tierno era un señor mayor, alcalde de Madrid, que molaba. Sin embargo, mi paso por la Facultad de Ciencias Políticas de la UCM me ha transferido el legado de la escuela intelectual que nos dejó. Junto a su amigo Carlos Ollero formaron a una gran generación de intelectuales y profesores que transformaron el derecho político/constitucional y la ciencia política. He tenido la fortuna de haber recibido, tanto en licenciatura como en doctorado, clases de Francisco Bobillo, Miguel Martínez Cuadrado, Manuel Pastor, Manuel Mella, todos ellos alumnos de segunda generación y herederos de Tierno. Igual no tanto en los temas a tratar como en la forma de abordar los estudios de las ciencias sociales y el constitucionalismo. Igualmente los tratados y ensayos de Pablo Lucas Verdú, Fernando Morán o Raúl Morodo (miembros de la primera generación) son parte indiscutible de mi acervo intelectual. Porque, dentro de las limitaciones existentes en aquella época, Tierno fue uno de los impulsores de la Ciencia Política en España. Algo que no se le puede negar. Posteriormente vendrían otros y otras que ampliarían esos estudios, pero en el comienzo también estuvo él.
¿Qué he recibido de Tierno Galván en el plano intelectual a través de su alumnos, mis maestros? 
Que los condicionamientos sociopolíticos son sumamente importantes en el devenir del movimiento socialista. Esto es, que los deseos y la utopía, los cuales deben conservarse, están constreñidos por una cultura que nos rodea y nos impregna y por una realidad de la que debemos partir en los análisis. La ideología tiende a hacernos ver la realidad de una forma distorsionada si la ponemos delante. Ahora bien si la ideología es el filtro de los datos de la realidad, utilizando la metodología apropiada, nos puede hacer avanzar en al camino correcto.
Que el marxismo no debe ser una ideología en sí y para sí, sino un método de análisis que sufre su propia dialéctica al enfrentarse a la realidad y el cambio social que se produce en el capitalismo actual. Por tanto, a la par que avanza la sociedad (por un camino u otro) el propio elemento metodológico, y más si es dialéctico, debe ir avanzando y evolucionando. Pero, eso sí, esta evolución y adaptación no debe ser tal que al final acaben por olvidarse sus objetivos principales: el fin de la explotación del ser humano por el ser humano y la sociedad sin clases. Y para ello hay que establecer un fuerte equilibrio entre libertad, igualdad y justicia social.
Que la ironía debe estar presente en nuestro método de análisis para no fiarse de algunos elementos, que nos pueden sorprender y atraer, pero que no se encuentran insertos en el sistema cultural propio.
Que debemos mantener un tono ácrata y anárquico cuando nos enfrentamos a o participamos en organizaciones políticas. Siendo conscientes de que es necesario tener cierto tipo de organización para la defensa de los intereses de la clase trabajadora, debemos estar siempre prevenidos del poder de las estructuras.
Que, a pesar de lo que piensen los doctrinarios del derecho constitucional, las Constituciones no pueden ni deben considerarse perfectas y por tanto inmutables. Las Constituciones son un gran elemento normativo en favor del cambio social y por tanto deben ir a la par del cambio que se produce en la sociedad o el cambio que reclama la sociedad en sí misma. Eso sí, debe tenerse el cuidado de que esos cambios estén refrendados por la mayoría y no sean, como ha venido siendo, textos normativos a favor de parte. Algo que podrían tener en cuenta muchas y muchos de los que defienden la constitución a capa y espada.
Y, por último, que la utopía no se puede perder. Debe estar presente como una meta a alcanzar. Por ello el camino del socialismo debe ser gradualista, de avance poco a poco y ganando terreno al capitalismo, ofreciendo resistencia a cualquier intento de regresión, y siempre con la mira puesta en un proceso revolucionario que solo puede ser consecuencia de un proceso democrático en el sentido amplio de la palabra.
Y en un sentido intelectual más personal aún, su libro Costa y el regeneracionismo me vino de perlas para mi propia tesis doctoral. Posiblemente muy pocos habrán conocido este tiernismo, pero es bueno que permanezca aún en nuestras aulas porque, frente a la típico acto de deslumbramiento frente a todo lo externo como mejor, Tierno fue un gran intelectual patrio que nos dejó un gran legado.

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